La desaparición de la amabilidad mórbida
Llegó el momento de contestar a la pregunta que me ha llevado a estudiar al ser humano, la pregunta que me ha mantenido vivo después de tanta adversidad. Así, con esa palabra, adversidad, me ha parecido adecuado determinar lo que en sí abarca el murmullo de mi fantasma, como lo indica Cyrulnik. Un fantasma que he reducido, donde sólo queda el recuerdo racionalizado y superado.
Partiendo de los vínculos, ¿será posible superar los traumas?, o mejor dicho, ¿de qué forma un ser humano es capaz de superar sus traumas sin necesidad de ir a un psicólogo o psiquiatra?, ¿qué es aquello que nos permite entender nuestros dolores de forma completa y no de forma mutilada? Ya sabemos que el dolor que nos aflige es un dolor que se sufre en un segundo plano, ya no en el físico sino en el psicológico.
Probablemente deba hablar de mí para mí, para poder entender de forma no filosófica lo que quiero empezar a escribir de forma filosófica. Y en esa medida caigo en razón de mi extinta amabilidad mórbida, que en algún momento me consumió, y que a veces sale a flote a modo de espía. Esta amabilidad viciada, que va más allá de un afecto de humanidad, se había transformado en mí en una anomalía psíquica, la cual destruía los tejidos sociales, mis vínculos. A veces terminaba con la sensación de que no existía en el recuerdo de la otredad, sin embargo, el proceso de reconocerme como sujeto sin importancia tomó fuerza, y fortaleció mi subversión ante los demás, dando importancia a mi constitución como humano, y no como biomáquina.
Comentarios
Publicar un comentario