Un borrador más: Sobre cómo evitar la tristeza, primera parte

En el último año, he tomado la decisión de usarme como un tipo de conejillo de indias, en la teoría de los afectos que ha desarrollado Spinoza. Al principio no entendía mucho. Empecé por hacer el debido discernimiento de los afectos, de cuáles estaban bien y cuáles estaban mal. Después, me di cuenta de que existen afectos que aparentan ser buenos cuando no lo son, y otros que aparentar ser malos cuando son lo contrario. En la medida en que iba descubriendo la constitución de los afectos, también iba recordando en qué momento de mi vida pude haber sentido dicho afecto.
Al tener claros algunas afecciones en el cuerpo, empecé un proceso de catarsis, donde toqué fondo en algunos aspectos de mi vida. Viví muchos afectos de manera intensa, como parte del experimento que estaba intentando. Y bueno, llegué a controlar muchas cosas, como gestos, el silencio en las conversaciones, la articulación entre palabras -lo que me hacía hablar lento-, y en parte, los movimientos de mis extremidades. Hay que tener claro que en este momento de mi vida, tuve conflictos con mis padres, y la mayor parte del tiempo me la pasaba leyendo en la biblioteca de la universidad, o con quienes en algún momento fueron mis amigos, mis amigos los que no hablaban. Hago énfasis en que estaba en conflictos, porque eso me ayudó a experimentar tristezas, y los de historia me hacían experimentar la incomodidad, o la ansiedad, afecciones que luego se transformaron en calma.
La vida sin sentir afectos es muy aburrida; además, las afecciones siempre hacen que las alegrías estén y las tristezas... aún persistan. No vayan a creer que todo se puede soportar, por ejemplo, mi razón no me impedía saltar o asustarme cuando veo una cucaracha, o empezar a sudar de temor o miedo por ver que un perro en la calle tiene intención de morderme. Pienso que, la tristeza y los tipos de tristeza se pueden justificar en el pensamiento, razón por la cual uno puede reducir los afectos de tristeza, como el miedo, la desesperación, la irrisión o la abyección. Al volver las tristezas más específicas, es decir, más claras en la medida en que uno se pregunta el porqué se siente triste, uno puede tender a superar esos afectos, y a dejar de ser esclavos de esas respuestas del cuerpo, porque en últimas, uno hace parte de una composición prolija de carne, capaz de autodestruirse.

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