El capricho
Es muy difícil hablar sobre el poder que tiene el capricho sobre mí. Considero que es algo sobre lo cual lucho todos los días. Quiero reconocer que es una fuerza de desmotivación sobre cosas que deseo, y que me impide seguir adelante. A veces me genera odio hacia lo que deseaba, y en consecuencia evito eso que deseaba.
Siento que para iniciar ese proceso de erradicación del capricho necesito a alguien que me entienda, porque al parecer nadie lo hace, y siento que sólo necesito que no me respondan el capricho con más odio o con lástima, sino que simplemente me escuchen y me busquen una solución efectiva o que me acompañen en el capricho, la verdad, porque aunque intento hacer algo en contra del capricho, siento que eso me consume una cantidad de energía.
Sólo una vez fui en contra del capricho y fue increíble, el resultado de ir en contra de ese sentimiento fue agradable. Pero cada vez que aparece el capricho resulta sobre un acontecimiento que implica gran cantidad de dinero, tiempo, esfuerzo, y eso refuerza más el sentimiento y en efecto la idea racional (irracional) de que esa cosa que deseo realmente no vale la pena y merece mi odio.
Sólo he conocido a una persona igual de caprichosa a mí y fue bonito, bonito en cuanto nos relatábamos nuestros momentos caprichosos y nos reíamos de lo que habíamos perdido, pero en últimas unx se siente bien, porque no queda con remordimiento. Es decir, se pierde algo que hacía parte de un deseo, pero ya no importa. Aunque creo que debe ser difícil odiar constantemente lo que se desea. Creo que lo positivo de mi capricho está en que eso me hace más persistente sobre cosas que deseo.
En fin, el capricho resulta de alguien externo a mí que me dio mal la información sobre aquello que deseo alcanzar, o también es problema mío cuando no leo los términos o las reglas de juego de cierto trámite. Por ejemplo, uno de mis caprichos se dio cuando:
1) Quería ir a una fiesta, así que una persona del evento muy cercana a mí me dijo que llegara a X hora porque luego no habrían entradas.
2) Al llegar no había nadie en la taquilla, y esperé mucho tiempo, y nadie aparecía, entonces me fui. Luego me dijeron que a los cinco minutos de haberme ido empezaron a vender las entradas, ya cuando me devolví pues no habían las entradas que quería y habían otras más caras.
3) Decidí rotundamente que no iría al evento. En ese momento llegó una amiga y me dijo que no pasaba nada, que ella me pagaba la entrada. Pero yo le dije que no, que no iría, y dije que no a la entrada cara que resultaba gratis, dije que no a disfrutar del evento porque en el fondo creí que no lo disfrutaría, y bueno, no fui. al día siguiente todos hablaban del evento y bla, bla, bla. Después de eso no volví a ir a ese tipo de eventos.
Y así me han pasado otros casos, siempre había sido a razón de eventos y fiestas, pero esta vez fue con un tramite del que esperé mucho tiempo y me ilusioné mucho. Porque de verdad quería viajar lejos, pero me conformo con salir de mi casa.
Desde otro punto de vista me siento tontísimo después de lo que escribí, porque resulto ser esclavo de mis afectos, y bueno, la beatitud se ve leja desde el capricho. Es más, no alcanzo la beatitud que tanto deseo, y me dan ganas de no lograr esa paz con las cosas externas de mi mundo, quizá en algún momento el capricho arbitrariamente me consuma, y me vuelva como esas personas rancias que unx puede encontrar en la calle. Pues, la miseria siempre está al lado de unx.
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