Escisión que no se dice

Con el paso de los años me he dado cuenta que mi realización como persona resultó despreciable para algunos, y sobrellevar eso para casi nadie es fácil. He soportado comentarios, tratos y desplazamientos, y sobre todo momentos de aislamiento. Pero aislarme un poco en el pasado me ha hecho entender la escisión social y psíquica por la que pasé, la vergüenza sobre sí mismo y lo que creí que era malo. 

Entender el dolor personal, y en particular la vergüenza, es un gran paso para desarrollar el respeto propio y la autocrítica. Especialmente porque si entendemos el dolor podemos dar un paso al frente, y poder decidir sobre aquello que somos, sobre lo que queremos y lo que no. A veces el tener mucho dolor en sí mismxs puede hacernos tomar malas decisiones. Hay que estar bien, y saber que unx no es despreciable. A veces como profesor me doy cuenta de que muchos de mis estudiantes se sienten como un residuo, porque los buenos tratos a la infancia no existen para ellxs.

Un infante con una vergüenza aprendida es una persona, como dice Spinoza, esclava de sus afectos, y el colegio en sí muchas veces no es el lugar adecuado para liberar a los estudiantes de esta opresión que se da en casa, por ejemplo. Es un problema social que está dado por la crianza, quizá, y por los tratos externos.

Todos tenemos una escisión que no se dice, que está ahí oculta, y que debería poder entenderse.

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