Invisible, incluso para mí
Hay días en los que esta ciudad entera puede levantar la voz, pero de la periferia para allá todo fluye con sus adversidades particulares. Hace poco hubo un paro de profesores acá... Fue importante, fue legítimo, y lo más sorprendente: hubo respuesta por parte del Estado. No es común. Se logró algo. Pero fue como gritar en el desierto, nadie escuchó más allá de la arena que me rodea.
Vi sólo un titular nacional. No vi un hilo viral, no hubo ruido cibernético. Fue un acto justo y necesario, pero sin eco. Y me pregunto si esa falta de resonancia tiene que ver con la ciudad, conmigo, con todo lo que vivo acá. Riohacha no es tendencia, no es titular, no es trama principal. A veces siento que ni mi propia vida lo es.
Últimamente me descubro quejándome de lo que tengo, como si mi presente estuviera lleno de huecos invisibles que no sé cómo nombrar. Tengo trabajo, tengo casa, tengo planes. Pero también tengo una sensación constante de que algo me falta, como si todo lo que hago no estuviera del todo encajando, como si fuera una versión beta de mí mismo.
Y en medio de todo eso los días se me van entre partidas de Stardew Valley, chismes de TikTok y lecturas sueltas sobre mitología japonesa. Una mezcla entre lo tierno, lo absurdo y lo místico. Como si sólo pudiera sostenerme en las cosas pequeñas, en lo que no requiere mucho de mí pero que me distrae lo suficiente como para evitar el ruido interno.
No es tristeza, no del todo, es más bien una pausa rara. Como estar en una sala de espera sin número en la mano. Aguardando a que llegue el día en que pueda viajar con mi familia, reír sin sentirme dividido, y tal vez sentirme más visible. Aunque sea para mí.
Quisiera decir que esta entrada tiene un cierre contundente, una solución, una revelación, pero no. Sólo tengo esta página y la necesidad de escribir algo para no sentirme del todo perdido.
Comentarios
Publicar un comentario