Un borrador más: Sobre cómo evitar la tristeza, segunda parte

En la primera parte de este borrador hablé acerca de una pequeña explicación sobre cómo evitar la tristeza. En esta segunda parte espero hablar sobre cómo evitar las alegrías que causan tristezas. Como ya lo he dicho antes, hay tristezas que pueden denominarse como buenas, y hay alegrías que pueden dañar todo tipo de relaciones compuestas. Es muy complejo dejar las alegrías, o aquellas que aparentan crear buen aspecto a momentos difíciles de la vida.
La alegría, junto a la duda, es la primera fluctuación del ánimo de la cual quiero hablar. Haciendo una introspección en mis pensamientos, puedo decir que la alegría más la duda, es decir: la esperanza, la he sentido mientras estaba en el casino, cuando echaba un número, por ejemplo el 36, y esperaba con calma a que posiblemente cayera ese número. Cuando entendí que mi alegría se reforzaba a partir de mis dudas, entendí que había un tipo de mutilación en aquello que hacía en el casino, lo cual es apostar. Y pues ya sabrán ustedes, lectores, qué es lo que ocurre cuando la duda hace dar un giro acrobático a la pobre y miserable alegría parcial.
La alegría, en la ignorancia del vulgo, suele ser algo a lo cual no se le presta tanta atención, o simplemente se atesora su alcance por completo, pero lo único que se puede alcanzar completamente es la felicidad. Es muy duro para mí reconocer que, personas cercanas a mí, no distinguen entre alegría y tristeza. Digo que es duro para mí, porque no sé cómo opera el sistema afectivo de aquella persona que no ha hecho el discernimiento adecuado de sus afectos, no puedo reconocer las fluctuaciones a simple vista, me quedo sin herramientas, pero es porque no las he duplicado o no las he ajustado a los demás, sólo a mí.
El silencio es la mejor herramienta cuando no se conoce algo, así, cuando no conozco a alguien, lo mejor que puedo hacer es escuchar y tratar de tener una mirada que no lastime, el tacto en estos casos es una extraña virtud. La tristeza de un extraño, al cual no le tengo ningún afecto, suele parecerme llamativo y peligroso, porque las reacciones son diversas. Ahora bien, las alegrías fingidas, que sí suelo identificar, me producen miedo y ganas de correr, porque siempre son una molestia o una incomodidad que me es difícil de soportar, la alegría del mal está latente, y esa persona con actitud cínica no suele darse cuenta, por ser desvergonzado o impúdico. Pero todo esto cabe en el aprender relacionarse, y convivir con el otro.
Vale la pena seguir hablando de afectos y la vida. Cada quién posee una infinidad de afectos descriptibles, sólo faltan las palabras adecuadas. 

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