Día tras otro

Vivo con un frío constante que no se me va, a veces creo que mi cuerpo no se ha climatizado por completo al clima de esta ciudad. Un simple abrigo no es suficiente, y el calor que brindan las mascotas se extingue tan rápido como llega. Extraño poder abrazar a mi madre, a mis amigos, la sensación de abrazar no es la misma, es diferente y no puedo estar tanto tiempo así. El sol sale a ratos, a horas específicas, y comer no me satisface como esperaría.
Hoy he comido un plato de gelatina roja, me ha hecho recordar muchas cosas, y me ha hecho pensar en una deliciosa ensalada que comía en la universidad. La gelatina me ha hecho asegurar una que otra sensación, no he dejado en el olvido esa textura tan especial. Por otro lado, estoy alegre, podré dibujar pronto con un artefacto que quizá se vuelva mi nuevo exocerebro, más que el tapabocas y el gorro que mantiene tibia mi cabeza, la cual está casi calva.
Los días pasan rápido, y por la noche se puede ver la Luna, a veces llena, otras veces desaparece entre la neblina. No tengo reloj, y las horas pasan sin darme cuenta, a final de cuentas, no tengo necesidad de que mi vida pase de manera lenta. Todo esto parece confirma que mi existencia transcurre en una imposibilidad, que se mantiene en un orden poético, de forma que es una existencia convincente, algo así como lo que una vez pensó Aristóteles.

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