No reconocerles

Cuando era pequeño creía que las personas perfectas existían, luego, en la adolescencia, pensaba que la noción de perfección era algo que los seres humanos podían llegar a alcanzar. Pero cuando estudié filosofía no sólo me di cuenta de que la perfección no existe, sino que resulta ser un límite en nuestra capacidad de pensamiento, y pues qué mejor que no limitarnos.

Discleimer: En esta entrada espero hablar un poco del problema del no reconocer a los demás, partiendo del no reconocerse a sí mismo. Nada de lo que expondré representa una opinión netamente mía, sino que me ayudo con la teoría del vínculo y autores como John Bowlby o Mary Ainsworth.

Dejando un momento de lado las partes con las que venía trabajando en este blog sobre la resiliencia, se me ha dado por escribir sobre el vínculo, aunque creo que entre otras cosas lo he trabajado por debajo de cuerda. Siento que para avanzar como ciudadanx se debe tener un reconocimiento sobre lo que somos. En mi caso, el proceso de reconocerme se ha basado en un discernimiento complejo, y siento que me he estudiado bastante para poder seguir investigando y tratando a las personas de la forma que creo adecuada sin salirme de los buenos tratos.

Desde pequeñxs, lo que sería la niñez temprano, nos empezamos a organizar para poder llamar la atención de nuestrx cuidadorx. Pero en muchos casos, lxs cuidadorxs no son conscientes de la forma en que se debe tratar a un bebé, y mucho menos reconocen la suficiente atención que merece un bebé. A veces suelo pensar que unx es como es gracias a las personas que dieron su cuidado y atención. Abrán casos muy desafortunados de cuidadorxs que no existieron, y ya podrá unx imaginarse una infinitud de problemáticas a partir de los vacíos emocionales y de vinculación.

Cuando estaba en el colegio solía escuchar a mi profesora de español de sexto decir: "Primero tenemos que querernos para querer hacer muchas cosas". Recuerdo que no entendía muy bien a qué se refería, pero poco a poco me fueron surgiendo más preguntas, y en algún momento, en décimo, comprendí que para poder hacer figuras en papercraft en clase de artística, lo primero que debía hacer era darme cuenta del estrés que me estaba generando el profesor, y reconocer que era el profesor el que me hacía odiar lo que más me gustaba, a saber, la clase de artística. En la universidad también me pasó algo similar. Recuerdo que entré de asistente a una clase de Kant, y el profesor X me generó cierta inseguridad, y pues la inseguridad se genera cuando algo produce miedo o rechazo. Después de esa clase nunca matriculé Kant, y años después tuve un profesor Y que me ayudó a estudiar a aquel filósofo. Cuando reconocí los afectos que me producía el profesor X, supe que algo estaba mal, pero vienen las preguntas, ¿yo estoy mal?, o, ¿realmente nunca estuve equivocado?, o, ¿será el profesor X el más erudito pero con muy poca alteridad? Más adelante me di cuenta que el profesor X era una persona poco práctica, y que mis pensamientos eran diferentes a los de él, nada más, no tenía que ver con que fuera mal estudiante, o él fuera mal profesor.

Preocuparse suele generar estrés, enfermedad, cansancio emocional y físico. Sin embargo, cuando nos organizamos nos generamos menos estrés, y nos damos cuenta de que unx mismx es el generador de sus propios males. A mí a veces me cuesta comprender por qué me siento mal con malos tratos entre otras personas, y luego me doy cuenta que es porque me preocupa no entender la manera en que se podrían resolver los mal entendidos. Pero todos los mal entendidos tienen cierto nivel de solución, porque como había dicho en un principio, no existe la perfección, ya que eso recurre en que hay un conocimiento completo de algo. Sólo nos paramos en paradigmas, nada más, todo cambia.


Comentarios

Entradas populares