Segunda parte: Las sorpresas, conexiones a lo real
Cuando unx empieza a analizar su infancia, por ejemplo en mi caso, se puede llegar a caer en cuenta de que hubo un trauma, probablemente se piense en hallar un culpable. Una observación capital, más allá de la búsqueda de un culpable, es la de resolver y entender los afectos de tristeza que vayamos captando. A veces unx puede entender las tristezas por medio de condiciones de valor que se van creando en nuestra razón; luego, podremos, automáticamente, generar un discernimiento que nos alerte sobre algo de lo cual debamos estar tristes o no. Me ha pasado que en ocasiones me siento triste, quizá porque alguien que admiro me dijo alguna verdad, y duele un poco el afrontar, pero esa tristeza no dura mucho, al rato me doy cuenta que no fue una amenaza de muerte, o que en efecto cometí un error.
Las sorpresas nos la da la otredad, hasta nuestro propio cuerpo nos da sorpresas. Ahora bien, ¿qué tienen que ver las sorpresas con la resiliencia? Retomemos entonces, para que haya resiliencia, en un primer momento debe haber un trauma, y casi todas las personas se toman un tiempo para poder registrar su trauma. El trauma termina por ser una sorpresa a la cual las personas traumatizadas deben llegar por medio de un proceso mediador, los vínculos. Recuerdo que el trauma que tuve lo pude racionalizar quizá cuando tuve 19 años, a esta edad ya había leído sobre la teoría de los afectos de Spinoza, y algunas cosas de Descartes y de Hume sobre emociones, el sentido de la vida y el suicidio.
Nunca he pensado en suicidarme, pero sí viví deprimido un tiempo por los prejuicios ante lo que me había ocurrido, pues uno experimenta una fragilidad, y que todo lo que se hace está mal visto socialmente, aquí, dice Cyrulnik, unx puede sufrir dos veces, la primera vez que se sufre es bajo un golpe físico, y la segunda vez que se sufre es cuando algo que queremos nos golpea, no necesariamente física, sino mentalmente, sobre todo algo con lo cual hemos generado un vínculo. Así, depenede de la vinculación que unx tenga con los padres para poder comentar lo que se ha sufrido. En mi caso, fui evitativo con mis padres, por lo que nunca les comenté nada, hasta que tuve una desagradable oportunidad, pero fue necesario y estuvo bien.
Hasta acá esta segunda parte sobre cómo entender la resiliencia, quizá siendo un poco crudo conmigo. Pero a veces, cuando uno no cuenta nada, ni a sí mismo, hasta "la caida de una bayeta se vuelve aterradora".
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