Tercera parte: Lo aterrador de los objetos insignificantes

 

Para alguien que ha vivido muchas cosas como, por ejemplo, convivir con un gran grupo de personas o que ha podido visitar diversos lugares, quizá los objetos insignificantes como un cepillo de dientes, una toalla o un florero no sean nada aterradores. Pero para alguien que ha sufrido de un aislamiento social, las sombras de los objetos insignificantes probablemente podrían ser muy aterradoras.
Cuando alguien sufre un trauma, comunmente puede infringirse a sí mismx un aislamiento social, donde la falta de vínculos a niveles extremos pueden generar un apego inseguro desorganizado. Una persona que desde su niñez temprana ha sufrido un trauma, más el aislamiento y el abandono parental, suele ser a futuro un adulto que sufre al no entender su forma de acercarse a las personas y de acceder a sus mismas emociones.
Dentro de la resiliencia, entonces, vamos viendo dos nociones importantes, una es el trauma o la fractura de la personalidad, y la otra noción es el aislamiento que estaría sustentado por una inseguridad, de acá se tendría por contraparte la seguridad y el apoyo de un tutor de resiliencia (familiar, amigo, profesores, etc.); luego, la resiliencia se enfoca en que la persona que padece se dé cuenta de su registro emocional. Suena un poco confuso, quizá, pero recordemos que la resiliencia nace a partir de las adversidades de la vida, y lo que se busca es entender cómo las personas suelen superar esas adversidades.
Unx se da cuenta de lo aterradores que pueden ser los objetos insignificantes, en mi caso, después del trauma que tuve a los cinco años, empecé a generar unas pequeñas fobias como a la sangre o al dolor en ciertas partes de mi cuerpo, e incluso llegué a pensar que algo se pudría en mí aunque no había ninguna referencia física que respaldara tal idea. Y así tenía miedo de las figuras que se generaban en la noche, recuerdo que siempre tenía miedo, y no importaba que fuera de día, tenía miedo porque estaba solo con muchos objetos.
Quizá yo era un niño sometido a la carencia, lo cual amenazaba mi existencia humana, y no recuerdo muy bien si me haya vuelto hipersensible por aquella época, ya que el miedo, el estar solo y las amenazas de las sombras hace que unx se vuelva hipersensible. Desde este ángulo, entiendo quizá por qué me fijo tanto en las cosas pequeñas, además de querer fotografiarlas.
Hoy siento que no tengo cargas emocionales hace muchísimos años, lo que corresponde a que no me he sentido amenazado por ninguna cosa. Dejaré hasta acá, luego les cuento cómo una ronda infantil puede hacernos trabajar nuestros recuerdos.

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