Cándido y optimista
Debo reconocer que
últimamente he estado muy feliz, quizá sea por la gran compañía que me han
hecho tres libros esta semana. Estoy feliz desde antes de salir a vacaciones,
de acuerdo con mis malos cálculos; hace más de un mes que me he empezado a
sentir feliz realmente, quizás sea porque me he dado tiempo de volver a dos o
tres anteriores capítulos de mi vida, y he encontrado cosas nuevas. Volví a ver
a mi mejor amigo y nos hemos encontrado en nuevos pasos, y con grandes esperanzas
de triunfar, aunque la vida de él ahora es totalmente diferente a la mía.
Encontré viejos libros en mi caja de cosas que me han traído recuerdos. No he
vuelto a pensar en mis problemas del capítulo pasado de mi vida, entrando ahora
de lleno les cuento que estoy en el segundo párrafo del actual capítulo de mi
vida personal.
Estoy empezando a
odiar algo, esto fundamenta mi propuesta de definir o categorizar e incluso
colocar etiqueta a pensamientos que antes no hubiera llegado a concretar dentro
de mi conciencia. Me he vuelto más reservado cuando intento decir alguna
tontería. Procedo ahora a resumir lo que he vivido hasta ahora en este nuevo
capítulo: Oigo ya venir una objeción, pero no la escucharé. Hay una gran gana
de leer inconmensurablemente, espero responder a todas las pocas preguntas que
quedan sobre mí; sobre por qué no puedo hacer tal cosa o por qué no puedo
levantarme a la hora que coloco la alarma y por qué diez minutos después (al
sonar mi otra alarma) mi cuerpo ahí sí se para de la cama, por qué no engordo;
aunque es posible que a los treinta me afloje los viejos pantalones porque ya
no entraré en ellos, etc.
Encuentro divertido
verme en el espejo y entender que el estrés es el causante de mi fealdad, pero
gracias al ejercicio mañanero me encuentro en el día simpático y
totalmente optimista, sin afanes, y, me doy cuenta de que el Sol brilla más
allá y que me toca como si estuviera acá, no sé si allá mi masa cósmica pueda
llegar alguna vez a sentir como si allí mi conciencia y mi alma se unieran
sobre nada para contemplar el firmamento galáctico. Mis días me los paso
imaginando mi cuerpo en surfing, colmando mis ganas de Sol; sin la
intención de cambiar mi piel de color, pues me gusta ser blanco. Ya no extraño
la lluvia, aunque sí el frío que hace brillar mis días soleados, como los de
Pamplona o Manizales, e incluso Bogotá y hasta Caracas. Reconozco que he
viajado mucho, y vale la pena vivir si es para viajar.
Es curioso que,
paralelamente, el trabajo que tiene mi padre me ayuda a reconocer que las
personas se tratan como objetos, cuando deben tratarse como lo que son: seres
participantes de lo humano, y termino aprendiendo esta mala manera de aceptar
la vida, menos mal el viajar me retorna a mis ideas más elocuentes y frutales.
Amo el Sol, me gusta la belleza no creíble de la Luna, el éter es una obra de
arte que no muere, y yo soy ese animal con sueños que tiene la estatura y el
peso exacto.
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