Catábasis


El mes pasado estuve revisando una de mis agendas y encontré una palabra muy bonita: κατάβασις, de acá el título de esta entrada.

De manera simplista se puede decir que catábasis hace referencia al descenso de algo. Sin embargo, en las clases de filosofía entendí que más que ir a algún tipo de profundidad oscura, la catábasis es un viaje transformador interno y externo que implica un cambio. Por ejemplo, puede pensarse en los héroes que bajaban al Hades, como el caso de Orfeo yendo a rescatar a Eurídice, de la misma manera en que pensamos en un viajero contemporáneo que busca sentido en sus peregrinaciones, la catábasis es una constante en la historia humana.

Ahora los pongo en contexto... En los últimos meses he estado luchando con las cosas que me desagradan, pensando sobre ellas y dejándome llevar por ideas desorganizadas. En algún punto me acordé de un señor de apellido Jung, que hablaba de la necesidad de descender al inconsciente para enfrentar las sombras, aquello que reprimimos o negamos. El proceso de enfrentar las sombras nos permite alcanzar la individuación, a saber, el camino hacia la totalidad del ser. Y acá pienso: qué fantasía integrar a mi propio conocimiento las partes desconocidas y oscuras de mi psique.

La catábasis, como arquetipo, es una de esas ideas que dice que hay que tocar fondo, hay que bajar para luego emerger con más sabiduría y fuerza. Esto me hace recordar esa canción de Marina que se llama The archetypes, donde habla de eso que está oculto en nosotros y que nos hace sentirnos como "A living myth", y recuerdo sentirme identificado, porque pues claro, era un adolescente que se sentía identificado cuando la canción decía "Living film, a real fake and you will never know" para luego finalizar con "Through the others, we become ourselves". Y es que la catábasis inicia en lxs otrxs.

El mismísimo Kierkegaard también hablaba de la catábasis como la necesidad de un salto de fe para trascender la desesperación. Es decir, es ese momento de desesperación en el que el individuo se enfrenta al absurdo de la existencia y debe decidir si se abandona al nihilismo o da el salto hacia una vida con sentido. Y hasta Nietzsche hace la invitación a abrazar la idea del eterno retorno: la vida, con todos sus dolores y alegrías, debe ser vivida una y otra vez con la misma intensidad.

Gracias a la incertidumbre y temores que he estado viviendo, me he animado a aceptar mi propia catábasis como parte intrínseca de mi existencia. No se trata de evitar el descenso, sino de abrazarlo y encontrar en él un motivo para resurgir. Percibo que en mi vida cotidiana la catábasis se manifiesta en los cambios inesperados, mis viajes y en mis exploraciones, aunque para otras personas la catábasis se refleja en los duelos o las crisis personales.

Mi experiencia en Europa me dejó claro que, aunque pueda deslumbrarme la idea de vivir en otro país, también hay una belleza y magia únicas en Colombia. Pues aquí no he vivido situaciones traumáticas como el robo que experimenté en Londres. Este contraste me hizo reflexionar sobre cómo muchas veces idealizamos lo ajeno y subestimamos lo propio. Y para rematar con todo esto, pienso en Japón como otro destino que me gustaría explorar. La cultura japonesa tiene una relación especial con la idea de la catábasis. En sus mitos y tradiciones, el descenso es parte del camino hacia la iluminación... quizá ese viaje también sea una oportunidad para seguir explorando mis propias profundidades.

La mente humana, con su red de neurotransmisores y procesos químicos, convierte las emociones en experiencias corporales. Comprender esto como profesor es clave para ayudar a mis estudiantes a gestionar sus emociones y encontrar placer en la vida sin caer en actos que deshumanicen. El viaje hacia uno mismo es uno de los más difíciles, pero también el más necesario. En dado caso, ¡hay que salir de la crisálida!, porque cuando nos metamorfoseamos es gracias a que nos entendemos y reflexionamos, vemos el mundo con nuevos ojos, quizá se valora más lo que se tiene y se encuentra sentido a las experiencias dolorosas.

Hoy entiendo que cada descenso ha sido una oportunidad para volver a la superficie siendo otro. Viajar, enseñar, escribir, todas estas actividades son, en el fondo, formas de explorar y descender. Pero lo importante no es sólo descender, sino regresar transformado, con un propósito nuevo. La vida es una sucesión de catábasis y anábasis, de descensos y ascensos. Y en ese flujo constante está la esencia de nuestra existencia.

Comentarios

Entradas populares