Manifestación en reversa


En 2023 mencioné que jamás me trasladaría a trabajar a un lugar tan cálido como Santa Marta, afirmación que hice durante unas vacaciones en esa ciudad. Sin embargo, casi un año después terminé trabajando en Riohacha, una ciudad cuyo clima resulta ser igualmente caluroso. En 2024 afirmé que no establecería vínculos románticos con personas de cierta región, pero terminé formando dos relaciones que, aunque no dejaron aprendizajes significativos, sí suscitaron una reflexión acerca de la violencia y las formas de querer.

Parece que aquello que rechazo con vehemencia encuentra la manera de presentarse en mi vida, como si las palabras cargaran un peso que el universo toma demasiado en serio. Más allá de cualquier agradecimiento a la sustancia o al destino, he aprendido a cuidar las palabras con las que formulo mis negativas. Porque, a veces, lo que evito decir también es una forma de llamar.

Noto a veces que las cosas que más quiero suelen venir acompañadas de elementos que, en principio, quisiera evitar. Como si cada deseo llevase consigo una sombra que no pudiera ignorar. Por el mismo camino, querer un espacio tranquilo puede exigir confrontar primero a las propias turbulencias internas. Luego, buscar compañía puede llevarme a enfrentar mis ideales preconcebidos sobre el amor y las relaciones.

Siento que lo que llamo "manifestación en reversa" parece ser una invitación del universo a explorar aquello que rechazo, precisamente porque allí, en lo incómodo, hay aprendizajes que no se obtienen de otro modo. Al intentar evitar el calor, terminé encontrando una nueva versión de mí mismo en la calidez humana de un entorno inesperado. Al resistirme a ciertos vínculos, descubrí que incluso las experiencias breves y aparentemente fallidas dejan huellas importantes. Es como si el deseo me retara a lidiar con todo lo que conlleva, e incluso, quizá, a ir más allá de la parte amable de las propias aspiraciones.

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